Hijo de Tigre

Mi mamá se fue a Puerto Inírida cuando tenía veinticuatro años. Se fue al Orinoco, dónde los indígenas todavía peleaban contra los jaguares, donde había una tribu de mujeres color canela con el cabello rubio y los ojos color miel. Tierra de hombre rudimentarios, que acechaban a las mujeres como un animal de monte acecharía a una hembra.

Entre las cartas que una vez indiscretamente leí, había una para mi papá. Eran amigos y ella aún no estaba segura de querer amar o de querer casarse. Le decía que le había tocado ser una «tigra», sacar de lo más profundo de sus entrañas las fuerzas que no tenía y así, capotear el mundo, como una amazona. Como las colombianas se enfrentan al mundo. Sin ejército, sin más que su propia fuerza.

Uno pensaría que la «civilidad» alemana libra de los detalles penosos del sur global. Y la verdad es que sí, en términos de pobreza, de delincuencia y desempleo, Alemania saca la cara por un mundo acostumbrado a la miseria. Pero eso no la libra de los retos que nos pone a los inmigrantes. De las filas eternas, de los procesos kafkianos que amenazan todo el tiempo nuestra permanencia y nuestros planes de vida.

Hoy amanecí algo cansado. Otra vez tuve que ir a la autoridad de extranjería. Y otra vez me enfrenté a gente ruda, amargada e irresponsable. Gente que comete errores y nunca los reconoce. Y hoy me pegó duro. Me trajo malos recuerdos y me echó en la cara que soy otro, alguien que está un poco abajo comparado a los locales. Y eso a veces cansa.

Pero aquí me tienen. Porque soy experto en joder al sistema. Porque así soy. Porque nací con la rayas pintadas.

Publicado por WalkingtoRest

Ich bin Iván

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