Llegué a Alemania en octubre de 2019, sin saber mucho del país. Y sin ánimo de caer en la autocompasión, Alemania me resultó desde el principio un lugar agreste, en el que integrarse era difícil. Toleré el racismos, una pandemia y la angustia de no tener un hogar o una familia cerca.
Logré graduarme, cosa que agradezo. Tuve empleo, algo que agradezco el doble. Nunca desconoceré la enorme habilidad de los alemanes de solucionar sus problemas, sentarse, planear el futuro y hacer cosas imposibles.
Encontré un empleo en Hesse (gracias Alemania) con un colega que se la pasa haciéndome matoneo. Y estoy cansado. Además de mi trabajo, de dónde vivo, con dos miserables que viven de la seguridad social y que en temas de convivencia son unos completos «bastardos».
Quiero irme a otro lugar. Vengo negándomelo varios meses. Pero quiero ir a un lugar dónde las cosas me salgan bien, dónde me sienta seguro, dónde sea tratado con respeto y dónde sea feliz. Esa es mi verdad.