Dejé a mis papás en el aeropuerto. A mis papás y a mi hermano. Se comportaron como príncipes. Pachito me cedió su cuarto. Mi mamá me tenía lista una caja llena de cosas ricas para comer. Mi papá me compró el boleto Bogotá-Frankfurt. Pachito intentó enseñarme a manejar. Mi mami y mi papi me hacían el desayuno. Recordé que tenía un hogar. Me hacen mucha falta.
Mi vuelo tenía escala en Newark y se me perdió (o me robaron) el permiso de residencia. Casi nada. Y eso justo antes de abordar. Justo ahora tengo la incertidumbre si me van a dejar entrar al país. No lo sé. Tengo miedo y mucha rabia. Quería que este viaje terminara bien, sin prisas, ni dolores. Y vuelve el estrés. El eterno compañero de mi travesía a Alemania.
Me estoy cansando de estos jueguitos del universo que destrozan mi sistema nervioso y me convencen que Alemania no es el lugar dónde debería estar. Quiero descansar. Lo voy diciendo hace varios meses. Y si no descanso, siento que me voy a morir.