Agotado. Agotadísimo.

Dejé a mis papás en el aeropuerto. A mis papás y a mi hermano. Se comportaron como príncipes. Pachito me cedió su cuarto. Mi mamá me tenía lista una caja llena de cosas ricas para comer. Mi papá me compró el boleto Bogotá-Frankfurt. Pachito intentó enseñarme a manejar. Mi mami y mi papi me hacían el desayuno. Recordé que tenía un hogar. Me hacen mucha falta.

Mi vuelo tenía escala en Newark y se me perdió (o me robaron) el permiso de residencia. Casi nada. Y eso justo antes de abordar. Justo ahora tengo la incertidumbre si me van a dejar entrar al país. No lo sé. Tengo miedo y mucha rabia. Quería que este viaje terminara bien, sin prisas, ni dolores. Y vuelve el estrés. El eterno compañero de mi travesía a Alemania.

Me estoy cansando de estos jueguitos del universo que destrozan mi sistema nervioso y me convencen que Alemania no es el lugar dónde debería estar. Quiero descansar. Lo voy diciendo hace varios meses. Y si no descanso, siento que me voy a morir.

El Invisible

No sé. Me siento triste. Amanezco pensando cosas feas, en el pasado, en el daño que he causado a otros, en el que me han causado a mí. Me juzgo con dureza, juzgo con dureza a otros. Me amargo.

Hoy medité de madrugada y sentía lo que siento cada mañana. Dolor de cabeza, una sensación parecida a la resaca. Y mientras meditaba, noté que había dolor en las zonas dónde se alojan el páncreas y el hígado. Considerando que hace dos años comenzaron salirme resultados del hígado alterados, ahora entiendo por qué.

Me siento mal casi todos los días y siento que recibo poco amor. A veces creo que quizás es porque doy poco amor. O a lo mejor, sencillamente me tocó una vida dura y necesito un terapeuta. Otra vez un terapeuta. O en mi caso una terapeuta. Otra vez.

Hay días que no paro de pensar en las formas de violencia que sufrí. En el maltrato físico de mi papá, de mis hermanos y de mi primo. En el abuso sexual del que fui víctima a los 3 años, por parte de una mujer.

Y siento ansiedad por mi trabajo, por tener que conducir, por la deuda de Colfuturo, por mi nivel de alemán. Me gustaría irme al futuro y preguntarle al Camilo de 35 años si la vida ha mejorado. Y mi mente persiste en hacerme daño, como si fuera un cuchillo que ha cobrado vida y me persigue por la cocina. Me hace preguntarme por qué estoy solo. Me hace culparme de eso. Me pregunta y me cuestiona sin calma. Piensa en las 30 mil formas en las que moriré. Piensa en cómo será mi vida sin mi mamá. Cómo seré de solitario. Y sí, así hasta que me deprimo. Hasta que digo: Quiero descansar, llévame muerte.

Necesito Descansar

Hay una cosa que tengo clara. Necesito reposar pero esta vez de verdad. Sin ansiedad, ni miedo. Llevo desde 2019 sin derecho a descansar. Las vacaciones las usaba para study projects o para terminar mi tesis, sin mucha felicidad. Con este trabajo no he parado de tener ansiedad, de estudiar alemán y métodos que nunca me memorizo. Ya el azúcar comenzó a variarme y mi hígado sigue mal. Si no paro, me voy a enfermar.

Amores a Medias

Comencé enamorándome de manera platónica de hombres que no sabían mi nombre. Luego, conocí hombres de los cuales valía la pena enamorarse y nunca me enamoré. Hombres que se fueron, hombres que dejé.

Veo a mis amigos del colegio y noto que ellos sí logran amar o han logrado amar. Entonces me pregunto qué falla conmigo, en qué me estoy equivocando. Intento ser buen ser humano, cuidar de mí mismo, mejorar. Pero el universo, a su manera, lo siento excesivamente limitado. Me siento cansado.

Una Verdad

Llegué a Alemania en octubre de 2019, sin saber mucho del país. Y sin ánimo de caer en la autocompasión, Alemania me resultó desde el principio un lugar agreste, en el que integrarse era difícil. Toleré el racismos, una pandemia y la angustia de no tener un hogar o una familia cerca.

Logré graduarme, cosa que agradezo. Tuve empleo, algo que agradezco el doble. Nunca desconoceré la enorme habilidad de los alemanes de solucionar sus problemas, sentarse, planear el futuro y hacer cosas imposibles.

Encontré un empleo en Hesse (gracias Alemania) con un colega que se la pasa haciéndome matoneo. Y estoy cansado. Además de mi trabajo, de dónde vivo, con dos miserables que viven de la seguridad social y que en temas de convivencia son unos completos «bastardos».

Quiero irme a otro lugar. Vengo negándomelo varios meses. Pero quiero ir a un lugar dónde las cosas me salgan bien, dónde me sienta seguro, dónde sea tratado con respeto y dónde sea feliz. Esa es mi verdad.

La Dificultad

El alemán es una lengua que nunca me llamó la atención. Me parecía dura y áspera, además de complicada y para antes de mi migración, innecesaria. Y algo parecido pensaba de Alemania. Que era un país serio, industrializado y poco vital. En parte todo lo que pensé era cierto. Sin embargo, he ido descubriendo de Alemania su proximidad a la naturaleza, su liderazgo en sostenibilidad y la flexibilidad de sus habitantes.

Mi Historia con el Inglés.

Toda mi infancia me compié de un amigo que se sentaba a mi lado. Entonces nunca aprendí inglés. Me parecía que yo era astuto e inteligente hasta que llegué a la adolescencia y me di cuenta que había cometido una torpeza. Había perdido mucho tiempo, que pudo haber sido dedicado a aprender el idioma.

Mi papá me metió a una academia de inglés. Quizás el bombillo se le iluminó y se dio cuenta que debíamos hacer algo más que sólo ver televisión en las tardes. Me impresionó la velocidad con la que aprendí alemán. Recuerdo que después de quince clases entendía casi todo con fluidez. A veces no entendía las clases el día que las tomaba pero al día siguiente, me levantaba entendiéndolo todo. Quién me entiende. Quién entiende a mi mente.

Luego tomé cursos en el Consejo Británico y en la universidad. Así, comencé a entender las conversaciones de manera fluida y hasta la fecha me parece una lengua cómoda y flexible. Una lengua que entiendo sin mayor dificultad.

Mi Historia con el Alemán

No tengo historia, más que los eventos traumáticos y desagradables que me ocurrieron en Alemania. Comencé a estudiar con un profesor despelucado (Martin) antes de venir a este país. Me dijo que era impresionante lo rápido que avanzaba.

En Alemania, entre la angustia de encontrar un trabajo y una habitación, además de estudiar, no me iba tan bien en las clases de alemán. Eso sumado a la pandemia que hizo las clases virtuales y demasiado aburridas.

En el trabajo mi alemán no es destacado, no entiendo la mitad de lo que me dicen. Me sigue pareciendo un idioma feo, cargado, con sonidos ásperos y palabras innecesariamente largas. Pero soy auditor y debo usarlo. Me siento muy acomplejado por no poder hablarlo y escribirlo bien. Pero ahí voy, sigo intentándolo aunque sea tan difícil.

Prismas

Aprendí de mi familia a burlarme de los demás. De sus características físicas, de los acentos, de la manera de hablar, de los peinados, de los manerismos y cualquier pequeño detalle que pueda hacer a alguien notorio. Nunca pensé que ese era el mecanismo de defensa de los míos para asumir sus complejos personales. Complejos que van desde su cuerpo hasta temas tan básicos como «salir de lo normal».

Bajo la excusa de burlarme yo también, le hice matoneo a personas creativas y de buenos sentimientos como Andrés. En mi defensa debo decir que en la medida de los posible le ofrecí una amistad. Pero me arrepiento profundamente de las veces que fui violento, machista y al final, estúpido.

Una de las personas que seguía en una cuenta de Youtube era Carlos Ortiz. Un chico cualquiera, que publicaba videos cantando canciones o haciendo «actuaciones mediocres». Hasta el día de hoy lo recuerdo, casi quince años después. Tenía un compañero de ojos azules. Y lo reconozco, envidiaba poder tener esa cercanía con alguien. Siempre quise ese alguien sensible, guapo y misterioso cerca de mí.

De Carlos me burlé, sin que él nunca lo supiera. De hecho, él ni siquiera sabe que existo. Estudió en Buenos Aires algo relacionado con cine. Luego volvió a Colombia. Siguió publicando videos mediocres. Intentó ser director, actor y modelo. Supongo que nada cuajó. Lo busqué en Facebook y lo encontré. Ahora trabaja en una funeraria en México. Reconozco que me reí. Pero luego pensé que él era todo lo que yo hubiera querido ser. Es un chico guapo, creativo, abierto, con amigos, con amores y con impulso para hacer lo que quiere sin miedo.

Cómo me habría gustado ser yo mismo.

Maldita Forma de Hacerlo Todo Difícil

Inicialmente pensé en irme a Estados Unidos o Inglaterra. Estudié durante las tardes en el Consejo Británico, paralelo a una universidad bastante complicada. Llevé mi inglés lejos, recuerdo que en unos de mis exámenes del IELTS obtuve un 8.0/9.0 en lectura, algo que muchos nativos no logran.

Leía aplicadamente ensayos en inglés y me esforzaba por entender la ciencia. Elegí a un director de tesis que aunque me dio un 5.0, jamás fue capaz de darme una carta de recomendación. A pesar de mis buenas notas nunca me dieron una monitoría. Y justo cuando me graduaba, mi papá no me apoyó con una maestría. Tenía una oferta de Colciencias para ser investigador joven y por razones poco claras, a mi papá no se le dio la gana de darme el impulso. Eso me dolió y marcó mi carrera profesional. También mi relación con mi papá, en quién nunca he podido confiar plenamente.

Hice un posgrado en la Javeriana, rodeado de gente mediocre que copiaba y hacía trampa. Gente que pedía que le repitieran los exámenes si no tenían buenas notas. Luego trabajé muy duro en el IDEAM. Busqué las becas de Icetex pero me dijeron que eran sólo para funcionarios y a menudo se perdían. Nunca me ofrecieron algo valioso, una oportunidad investigativa, una forma más creativa y próspera de vida. Viajé mucho, audité mucho y a mi manera fui infeliz. Me enfermé y lo demás es historia.

Tomé la decisión de venir a Alemania, cansado de todo lo que representaba Colombia para mí. Lo he logrado y eso en sí mismo es un gran reconocimiento. Pero siempre doy con situaciones raras, con gente vuelta mierda o incapaz de controlar sus emociones. No he tenido una relación que realmente me nutra y me llene de amor. Mi trabajo en Allianz siempre estuvo lleno de comentarios con mala vibra y poca guianza. Me fui de Múnich.

A pesar de todo el esfuerzo que le puse a mi tesis de maestría, la empresa que colaboró con él se apropió de mi modelo. Aunque no tengo cómo probarlo, sé que así fue. Me molesta que ni siquiera pagaron lo que prometieron. Actuaron como unos ladrones, como unos criminales que buscan sacar ventaja de las cosas por debajo de cuerda. Mi esfuerzo de fines de semana y vacaciones, se fue a la caneca. No se publicó ningún artículo científico.

Tengo amigas que sé que se esforzaron menos y siempre encontraban un mentor, alguien que las ayudaba. Emre, con quién salí por unos meses, ni siquiera tuvo que escribir su artículo, su grupo de investigación lo hizo por él. Alice, la otra estudiante trabajadora ahora es gerente de proyecto en Allianz. Carolina viajó a las Bahamas debido a su proyecto de investigación.

Ahora es cuando me pregunto a qué se debe tanta mala leche. Por qué el universo confabula de manera tan consistente en hacer mi camino más tortuoso. De SGS no puedo quejarme. Pero el universo viene otra vez con su mierda. El chico que tenía mi cargo es estresante y está resentido porque yo lo ocupé. El trabajo es en alemán y aún no lo aprendo del todo bien.

Ciertamente estoy cansado. Y creo que como pocos, tengo derecho a estarlo. Qué mierda, no era necesario llenarme la vida de tantas experiencias dolorosas.

Otra Queja

Sí, tengo mis blogs para quejarme hasta el cansancio. Para llenar de basura entradas sobre mis penas. Sobre mis sentimientos más tóxicos, sobre un día a día que pocas veces me ha satisfecho.

Hoy mientras caminaba, analizaba las sensaciones de mierda que tengo todos los días. Una de esas. Otra de esas. Y me di cuenta que la tristeza, el miedo y la depresión duelen físicamente. Creo que después de tantos años de lidiar con varios problemas mentales, me he dado cuenta que esos sentimientos son anormales y que a mi cuerpo le duelen. Duelen en el pecho, en la piel, en las plantas de los pies.

Y me pregunto si mi cuerpo no ha tolerado mucho con tanta negatividad. Una negatividad que vi en mi mamá, mi papá y mis hermanos. Una negatividad que también, de alguna forma aprendí. A veces, ya agotado de esto, me pregunto si un día podría darme una ansiedad o depresión tan fuerte que de una vez me mate físicamente. Que no sea una molestia, sino que sea aguda y me quite la vida.

Intento vivir pero tengo muchas cosas que me estresan. Los sucios depresivos con los que vivo, no poder entender el alemán en el trabajo, el colega de mierda que me tocó, la soledad y los malos recuerdos. Qué mierda, no entiendo por qué putas a unos nos ponen a vivir cosas tan duras. En serio qué mierda.

Saturno, Me Tienes Mamado

Mamado, es como los colombianos decimos que estamos agotados. Pero no se trata de estar un poco agotado, es estar extenuado, harto, fastidiado. Así me siento. Tengo treinta años y cuando miro atrás, siento que todo ha sido crisis, miles de obligaciones y muchísima frialdad.

No entiendo por qué debí nacer en una familia homofóbica que nunca me permitió vivir el amor y la sexualidad con naturalidad. Tampoco entiendo por qué debí recorrer sexualidades frías e impersonales. No entiendo por qué quise tanto el amor y me correspondió tan poco. Por qué a mí no me tocó un poco más de vida.

Tuve trabajos en los que debía trasnochar constantemente. En los que no tenía derecho a vivir. Pasé una vida universitaria de mucha dedicación, soledad y poca diversión. Toda mi adolescencia viví deprimido. Finalmente, cuando decidí dejar todo atrás, venirme a Alemania, me encontré con una pandemia que no me permitió conocer gente, divertirme, disfrutar la vida.

Estoy cansado de la mala leche de la vida. De la mala leche de saturno.

Saturno, dícese del planeta que los astrólogos consideran asociado a las restricciones, a la disciplina y al esfuerzo. Y creo que ese cabrón me quitó la alegría de vivir. Estoy cansado.

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