Llevo un par de fines de semana con ataques de ansiedad. Es decir, me lleno de pensamientos negativos, me bloqueo, respiro rápido, mi cuerpo no responde, se me acelera el corazón, se me tensionan los hombros, los pies se ponen fríos y rígidos, comienzo a sentir el deseo de hacer algo. De exteriorizar algo. A veces siento deseos de ser agresivo pero no con alguien en concreto. Algo así como patear una pared o una caneca. Todo lo reprimo. Estoy cansado de reprimir. Simplemente tengo miedo y no sé cómo manejarlo. Tengo mucha presión y no sé cómo manejarla. Tengo mucha soledad y no sé cómo manejarla.
Tengo que aprender a manejar. Tengo que aprender un montón de métodos aburridísimos en alemán. Tengo que tener un alemán decente. Tengo que lidiar con mis compañeros de apartamento que son ruidosos, depresivos y sucios. Siento que es demasiado. Que por más que quiero e intento, no logro enfrentarme a ese monstruo gigante llamado Alemania. Hay días que quiero renunciar, devolverme a Colombia y acurrucarme bajo el brazo de mi mamá. Hay días en los que quisiera tener una pareja que me resolviera todo, que pagara mis deudas, que me dijera «tranquilo, si renuncias te mantengo hasta que tengas un nuevo empleo», que me cuidara cuando me pongo triste y que me abrazara en cucharita todas las noches y me preguntara si tengo frío para abrazarme más fuerte.
No sé cómo sacar adelante tantas pendejadas. No sé cómo enfrentarme al mundo. No sé si vaya a ganar esta batalla. No lo sé. No sé nada.
Además de eso, vienen los reproches. Mi mamá estuvo enferma justo la semana que debí presentar mi tesis. Al otro lado del océano y con experiencia manejando crisis, decidí ignorar todos mis miedos, toda mi ansiedad, todo mi dolor y enfocarme en mi presentación. Le escribí todos los días pero no es lo mismo que estar a su lado. Ahora en mi mente ha surgido la culpa, por no sufrir tanto, por no apoyarla tanto como debía. Y en parte, de las cosas que más me duelen de la distancia es no poder cuidar a mis papás. Yo los quiero cuidar. Quiero protegerlos ahora que envejecen.
Toda esa basura la tengo en mi mente. Toda esa culpa, todo ese dolor, todo ese deseo de mandar todo a la mierda, irme a la playa y trabajar en algo sencillo que me permita vivir. Quisiera un trabajo fácil y que me dé dinero para sobrevivir, para sentarme en la arena a hablar con desconocidos y luego cuando entre la noche, ponerme a contar las estrellas. Esta civilización me asfixia.